El Estrés

Recomendaciones 07 de octubre de 2016
Durante la Guerra del Golfo, Irak bombardea a Israel y se incrementa un 58% el número de personas fallecidas, no por los misiles sino por los infartos de miocardio provocados por el miedo y el estrés.
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Los operadores de la bolsa de Nueva York sufren un 60% más de muertes por infarto de miocardio que el resto de la población de Estados Unidos. Ejemplos como éstos podemos contarlos por miles. Naturalmente, el estrés no es la única causa de los fallecimientos. La mayoría tienen también algún problema médico previo que les hace especialmente vulnerables. En la actualidad se habla hasta el cansancio del "estrés", pero...
 


¿qué significa?, ¿cómo se produce?

 Cuando estamos frente al peligro, a una situación crítica de la vida (fallecimiento de un ser querido, divorcio, desempleo) o de mucha exigencia (una entrevista laboral, un examen, demasiado trabajo) se produce una serie de reacciones en el organismo que lo preparan para afrontar tal situación. A estos cambios los llamamos "estrés" y los vivimos como ansiedad, nerviosismo, agitación, "estar acelerado". En ese sentido, el estrés es positivo. Cualquier estudiante sabe que unos pocos días antes de un examen se estudia más rápido y se retiene mejor. El problema existe cuando este tipo de reacciones se mantiene a lo largo del tiempo, se presenta con demasiada frecuencia o con un "nivel" más elevado de lo esperable. Es allí donde hablamos del estrés como patología, es decir, pasa a tener un efecto nocivo. Durante el estrés se produce un aumento de la concentración de ciertas hormonas en la sangre, las que tienen un papel importante en la conservación y liberación de la energía en nuestro organismo. Se incrementa la frecuencia cardíaca y se produce vasoconstricción (se "achican" las arterias). Esto, junto con otras modificaciones importantes, provoca un significativo aumento de la presión arterial lo que facilita el aporte de sangre a la musculatura y al cerebro. Esos cambios, y muchos otros, son los que preparan a la persona para responder a la situación "estresante". Pero, cuando el estrés se vuelve crónico, produce un desgaste que puede derivar en enfermedades llamadas "psicosomáticas" tales como úlceras gástricas, trastornos cardíacos, cefaleas crónicas, colon irritable. En etapas más avanzadas del estrés, también es frecuente observar la aparición de patologías psiquiátricas: depresión, trastornos de pánico, trastornos de ansiedad diversos, etc.
 
La vida moderna, la inestabilidad laboral, el exceso de trabajo, las dificultades económicas, las presiones constantes pueden llevar a una persona al estrés crónico.
 
 
 Hasta el momento la mayoría de quienes hablan de estrés centran los esfuerzos terapéuticos en la erradicación de hábitos que puedan favorecerlo tales como fumar, consumir estimulantes en exceso, realizar dietas inadecuadas, llevar una vida sedentaria, etc.. Sin embargo, los buenos hábitos no son garantía de inmunidad al estrés, es necesario que la persona que está obligada a lidiar con diversas presiones aprenda algunas estrategias que le permitan hacerles frente, sin desatar elevados niveles de estrés.

Existen muchas variables que predisponen a una persona al estrés. Por ejemplo, el escaso “autocontrol”, la irritabilidad, el déficit en habilidades sociales (personas demasiado pasivas con dificultades para expresar sus sentimientos y defender sus derechos, o bien personas demasiado agresivas), el perfeccionismo, la tendencia a interpretar acontecimientos como amenazantes o catastróficos. En suma, la vulnerabilidad al estrés no trata tan sólo de hábitos dañinos, sino también de conductas, características de “personalidad”, habilidades para relacionarse con los demás... Estas son las más importantes a la hora de explicar por qué en situaciones similares, una persona desarrolla el famoso “estrés” mientras la otra no. Por supuesto que la consulta a profesionales de la salud mental que puedan asesorar a la persona en diversas estrategias para torcer esta predisposición, es una opción a tener presente.

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